miércoles, noviembre 08, 2006




Bello día. Buenos días.
Los niños Tambores del Söl cantaban sus sones.
Agosto se retiraba y daba paso a una nueva temporada, a la temporada de irresolvibles. Pensamientos ilustrados (de iluminados y/o dibujados por el pensar), llenaban el espacio compartiendo los rayos de los primeros días. Temporada que también, no menos preciando a las anteriores, volvía a llenar el aire de la tierra con un respiro nuevo, no por nada tanta bella elocuencia asociada a esta festiva, bien nombrada “primavera”.

En mezcla de religión y pueril representación, los rayos gastaban su esfuerzo (jugando) en luminosos empeños, escandilantes imágenes orlando los secretos libros sagrados destinados a leerse con los ojos cerrados. Difícil tarea la de conocer más que aquel que da el vamos al despertar el rocío…
Nada se le escapaba.

Agosto se retiraba… eso ya lo dije… o lo dijeron.
Agosto se escapaba, y entre sus rayos el son de los más despiertos iba abriendo capullos. Estoy convencido de que son los tambores. Los tambores internos. Esos son los que te llaman al ciclo. Agosto era un ciclo. Los tambores los cerraban. Como las mareas.
Los libros sagrados expuestos sobre la vida como flores, como tierra húmeda, como pasto tierno bajo los pies, nos iban resolviendo el destino.
Bajo los segundos rayos del alba: el hombre despertando.
La mujer.
Ondas de leche tibia corren por su piel morena.
El que le revuelve la espalda, yase dormido.
Brisa.
Los niños tambores del Söl cantaban sus sones.

Bello día. Buenas tardes.